sábado, 14 de noviembre de 2015

Reflexiones mientras intento escribir la tesis...




Recuerdo que tras el primer encuentro con mi asesora argentina allá en Corrientes, quedé con un sentimiento turbulento. Estaba un poco asustada, un poco azorada y, no puedo negarlo, también estaba algo decepcionada. Ella es brillante, me dio referencias, explicaciones, coincidimos en leer críticamente la obra de Pizarnik, leerla desde el marxismo cultural para desmitificarla e incluso me habló de la sombra bajo la que tuvieron que subsistir las escritoras argentinas. No, todo eso fue asombroso, maravilloso, yo no dejaba de escribir. La parte que me produjo temor fue la depresión profunda en la que ella estaba sumida, la tristeza incontenible de sus ojos, la mirada que a veces se le iba junto con la voz cuando empezaba a recordar su separación. Estaba en duelo. Al finalizar aquella primera cita me comentó de su experiencia con el psicoanalista y se quebró. Algunos encuentros más tarde ya estaba acudiendo al psiquiatra porque el dolor le era insoportable y no la dejaba seguir escribiendo su poesía. Sí, lo que me decepcionaba era el espejo en el que me miraba. Sentí en ese momento, bajo la lluvia y con astromelias en las manos, que era verdad, que algo me unía profundamente a la tristeza y a las personas tristes, que Pizarnik sólo era eso, un vínculo con la tristeza y que mi tutor tenía razón: solo las locas leemos a Alejandra.

Quizá por eso no abrí su libro. Yo misma nos estaba estigmatizando, asumí que sólo leería estados de tristeza absoluta, sin un enfoque crítico, como, supongo, asumía mi propia tristeza. Hace apenas una semana que me decidí a hojearlo dispuesta a confirmar mi teoría. “De qué sirven cien mil voces si es dentro donde perdemos”, eso pensaba mientras se desplegaba una extraordinaria lectura de la poesía, una lectura crítica y política, un recorrido por la poesía femenina argentina, una reflexión sobre el género y un inmenso conocimiento de la historia literaria-combativa…

Mira qué tremenda puedes ser, Sandra, reproduciendo lo que han dicho de ti y las tristes, mira que tú también pensaste en la tristeza como algo simplemente enajenante y en Pizarnik como una poetisa triste y ya. Mira que error tan doloroso y que dulce reencuentro con ella, con Alejandra y contigo

domingo, 1 de noviembre de 2015

Acá, en esta jaula, hay tres tipos de pájaros:





a. Los que confunden la jaula con la libertad, pintan los barrotes y ponen retratos de los "loquitos" y los "alitas rotas", mientras mueven la cabeza y se acomodan en algún rinconcito a vivir la vida encerrados...
b. Los loquitos, que en algún punto sienten las alas adormecidas y saben que la libertad no puede ser tener las alas adormecidas porque además de doloroso es profundamente aburrido, así que se arman de valor y se ponen a inventar formas de volar dentro de la jaula, formas que les produzcan el mismo vértigo, la misma emoción, así sostienen sus rincones, con la firme idea de que algún día, uno de los planes va a funcionar y volar será otra cosa...
c. Los que no soportan más, los más aduces, los más inquietos y hasta creativos. Esos pájaros no soportan está jaula y nunca se creyeron el cuento de que la puerta está cerrada o que los barrotes son impenetrables. Pájaros locos de felicidad y tristeza se ponen a luchar... Algunos, algunos un día se matan, prefieren estar muertos que vivir así, prefieren estar muertos que esperar a que les corten las alas o a que las alas se pudran o a que un día se olviden de sus alas. Se lanzan al abismo de donde no hay regreso. La muerte como libertad absoluta.

sábado, 24 de octubre de 2015

Siempre me he sentido atraída por los hombres de miradas tristes...


Se parece más a querer morirse a fin de evitar la sensación insoportable de darse cuenta de que uno es pequeño, débil, egoísta y de que, sin ninguna duda posible, se va a morir. Es querer tirarse por la borda. David Foster Wallace, Algo supuestamente divertido que nunca volveré a  hacer. 

Por eso yo no vine a convencer los convencidos ni a predicar a los que se sienten vencidos, yo vine a compartir con quien haya entendido que la pelea empieza por el ¿nido?Ana Tijoux, Creo en ti, canción.



I
Siempre me he sentido atraída por los hombres de miradas tristes.
Hombres tristes.
Me atraen emocionalmente, estéticamente, amorosamente, amistosamente, sonoramente…
Es parte de la fascinación que ejerce en mí el placer del sufrimiento.
Y el goce del dolor.
A estas alturas debemos ser sinceras,
Dialogar con Bataille o con el histérico de  Freud
Y decir que hay algo en el dolor, en el que me sumerjo,
Que me produce un placer distinto, algo que no he sabido encontrar en la tranquilidad.
            Lugar tan común.

II.
Los hombres tristes.
Una sí elije la estructura de la cual enamorarse.
Parece poético sentirse atraída por esos
Ojos de tristeza inconmensurable,
Ojos de lejanía, de distancia.
Los que están fuera de este mundo o dentro, pero mirándolo desencantados, desde el fondo.
            Dolorosos, los dolientes.
            No.

III.
Una vez alguien  me dijo que tenía que dejar,
Abandonar, mi complejo de superheroína.
Entonces, por primera vez me detuve a mirar atrás.
¿A quiénes quiero salvar?
            A los hombres tristes.
Pero. ¿Salvarlos de qué?

IV.
¿Salvarlos de quién?
He pasado una buena parte de mi vida intentando convencer a los tristes
De que el mundo no funciona así,
La vida no funciona así,
Uno no puede simplemente despreciarlo todo,
He estado intentando encontrar una vida dentro de la muerte.
Y al final, lo admito
Son ellos quienes me han convencido, por lo menos por breves lapsos de tiempo
De que la vida sí es así, despreciarlo todo, resentirlo todo y decidir o saltas o te quedas.
Me han convencido que es más fácil sobrevivir siendo duros, fríos, disciplinados, incluso para salvar al mundo.
            Yo creo que en algún momento están absolutamente convencidos de que son ellos quienes me cuidan y protegen, de que estoy perdida.
Pero soy yo quien los sostiene, los impulsa. De ahí se desprenden sus arrebatos de tristeza y locura cuando me propongo irme.

V.
Siempre se despliega la misma batalla, con los mismos tópicos
Y en el mismo terreno: mi cuerpo, mi ser.
            Ninguna persona vale la pena
            Hay personas que valen la pena
            Luchar así no sirve de nada
            Hay quienes llevan tanto tiempo luchando. Todos los días cambiamos al mundo.
            Sentir así no sirve de nada. Es igual a ser poeta.
            La poesía me ha mostrado cosas que nadie más puede.
            La locura. Sos vos la que está al borde del precipicio, cobarde, no has tomado el paso, no has querido lanzarte, porque crees que aún puedes hacer algo por ti, por ellas, por ellos, por el mundo.
            No. Sos vos  en el precipicio, pibe, y yo soy quien evita tu caída.

VI.
Ellos disfrutan mucho más que yo la tristeza.
Se regocijan en el desencanto. En sentirse decepcionados.
Aman sentirse decepcionados, porque eso les permite asegurar su victoria,
Decir que tenían razón, el mundo es un lugar oscuro.
Bailan en la imposibilidad
En la crueldad
En el hermetismo.
En el despreciarlo todo, las estructuras, el sistema,
Y su  solución es volverse parte de él o volverse muertos, fríos.
Quizá es eso, es una batalla por la visiones de la vida,
No me aceptan como prueba de que algo puede ser distinto
Yo no los acepto como prueba de que algo puede ser distinto.

VII.
Me han marginado y despreciado. Han puesto trabas a…
            Mi poesía
            La felicidad
            El arte
            El amor
            La revolución
            La diferencia.
Busco penetrar la imposibilidad. Y siempre obtengo un no.
Construimos puentes demasiado débiles.

VIII.
Siempre el mismo efecto, sentirme incompleta, insuficiente, inútil,
Sospecho de mí, de mis deseos, mis actos, mis pensamientos
Mi construcción, mi lucha.
Me vuelvo sospechosa, sumisa.
Mi enemiga.

XIX.
El túnel.
Ese que describió Sábato.
Dos personas caminan por túneles contiguos,
A ratos parece que las barreras no existen,
Que comparten un camino.
A  veces hasta  parece que se tocan, cuando se detienen a mirarse, a platicar
A escuchar.
Pero no.
El túnel es el reino de la imposibilidad;
La barrera nunca cae.
Llegado el momento los túneles se bifurcan definitivamente, se van.
¿Por qué seguir intentándolo?
Por fascinación, por ego, por comodidad, por amor o por todo lo anterior.
Hemos sido condenados a tener una reducida gama emocional.
A elegir una sola forma de amar
Y a que esa forma de amar sea un gran fracaso.
La aceptación del mundo, nada va a cambiar.
Elegir la misma forma de amar, nos mantiene en los túneles, incomunicados
Separados, imposibles.
Alienados.
Abatidos.
Fragmentados.
Rotos.

XX.
Yo he huido de los felices, porque relacionarme con un hombre feliz implica
Cambiar mi estrategia emocional.
Porque ya aprendí cómo relacionarme con ellos, los tristes.
Cómo quererlos y odiarlos.
Aprendí a vivir con su violencia.
Aprendí a impulsarlos.
Aprendí de mi necesidad de ser necesitada.
Y a sufrir cuando dejo de ser indispensable.
A ser derrotada.
Amar a un feliz me implicaría un esfuerzo más complejo,
Una posibilidad de construir  de otra forma.
Qué cómodo nos resulta el sometimiento a las estructuras, a los lugares comunes.

XXI.
Ya los he escuchado.
Ya he aprendido.
Ya intenté.
Ya miré las estrellas.
Ya oprimí mi ternura, mis deseos.
Ya los consolé cuando lo necesitaban,
A la hora que lo necesitaban
Y como lo necesitaban.
Ya les dije lo que querían escuchar y sonrieron.
Ya les dije lo que no querían oír y gritaron.
Ya busqué dentro de su tristeza.
Encontré sus ojos,
Y me desgarré intentando revertir su dolor.
Ya los escuché despreciar mis palabras,
Mi poesía,
Mis pasos,
Mi camino,
Mis alegrías,
Mi placer,
Mi sentir.
Ya los lloré.
Ya.
Ya entendí su visión sobre la vida y la muerte, y cuando intenté explicarles la mía,
Se les cerraron los ojos. Los oídos.

XXII.
NO.
No es poético.
Mi atracción por los tristes no es poética.
Es violenta
Es una violencia que ejerzo contra mí.
Los he dejado invadir mi tristeza, someterla.
Volverla destructiva.
Yo, que tanto he dicho que la tristeza también combate,
Construye.

XXIII.
Los tristes escuchan de a ratos.
No duermen.
No paran.
No distinguen las diferencias.
No abrazan.
No miran.
No tocan.
No luchan.
Resisten, ellos resisten, analizan, critican, reconocen.
Pero no luchan.

He huido de los hombres felices,
Aquellos que me han recitados versos sin tristeza,
Aquellos que me han mostrado la felicidad combativa.
Aquellos que me han mirado.
Aquellos quienes no se  regocijan en la soledad o el abandono o en la mugre del mundo
Ellos están tristes; ellos luchan.
Ellos no me lastiman,
No me hieren,
No me detienen, no me inmovilizan ni me roban las palabras,
Ellos escriben versos de rebeldía en los vasos de café donde yo escribo versos de dolor.
Ellos no están perdidos,
No me piden salvarlos.

¿Y yo? 

viernes, 23 de octubre de 2015

Para Sandra, la cronopia infinita.


Creo que nunca en mi vida me habían regalado algo tan bonito.
Palabras y pájaros.
Este encuentro se produjo hace un tiempo, en el espacio de una herida, espacio solitario que hicimos dos.
Yo quiero decirte, querida Andrea, que el mero hecho de que tú existas en este mundo, es una razón suficiente para no tirarse por la ventana.
Tregua,catala, espera.
 A 23 de septiembre de 2015, el mundo terrible, gripa, algo de dolor y corazones palpitantes de tanto construirnos: amiga.


Calaverita



Estaba Sandra en su mesa
Dándole vuelo a la letra
Cuando llegó la calaca
A posarse en su cabeza
¿Otra vez la muerte?
Preguntó la calaca
A lo que Sandra respondió
Con desesperación:
Lo terminaré con  suerte
Cuando Alejandra despierte
La calaca brincó
Por tal afirmación
Le tronaron los huesitos
Y  en susurro cantó:
Alejandra no  ha muerto
Está en ese rincón
Era el rincón sureño
El que Sandra construyó
Soplando de una trompeta
Cortázar también le habló
Deja fluir tu pluma
Como las notas de mi canción
Sandra caminó
Y al rinconcito abrazó
Produzcamos vida dijo
Al borde de la razón 
La muerte, el amor
La lluvia y el sol.









sábado, 17 de octubre de 2015

OBSERVACIONES RELACIONADAS CON LA EXUBERANTE ACTIVIDAD DE LA "CONFABULACIÓN FONÉTICA" O "LENGUAJE DE LOS TRISTES"


A pesar del rojo y las cucharas


a. A través de su canto los pájaros comunican una comunicación en la que dicen que no dicen nada. 


Si miras a algunas persona sin que lo note, puedes oler, sentir, escuchar, palpar y observar la tristeza en su máxima expresión. Yo los llamo: los tristes. Piensan en la vida como el eterno dolor, suspendido a momentos por lo que mucha gente llama felicidad, pero que poca puede definir, algunos simplemente la describen como un estado de ánimo, de placer, que dibuja una sonrisa en el rostro de los tristes; en el mejor de los casos luciendo grandes dientes blancos y que desaparece con el pasar de los minutos, al toparse de frente con su yo en el espejo y ser lo que Kundera llamaría: Homo sentimentalis.

Entonces, la tristeza a través de la persona observada o la persona a través de la tristeza: ¿has visto comer a alguien, pensar en todo lo que puede suceder para impedir que el comensal disfrute su platillo? El peligro de que algo pueda interferir en un acto tan cotidiano, que parece seguro y asentado. Le ves, tan viva, en cada movimiento, del plato a la boca, su mano trabajando para atrapar el trozo de algo, sus ojos parpadear, su piel enchinarse tras el paso de una corriente de aire, el moviendo de su cabello; cada estructura de su cuerpo funcionando, viviendo. Y ahí está, detrás de esa persona, la única seguridad posible: la muerte. La certeza de que en minutos, días, semanas, meses o años, aquel que observaste desaparecerá, perecerá, la ruptura, presagio innegable del final y lo que fue ya no es más. No importan las memorias que deje, son recuerdos instalados en la mente de otro, ya no es él, sólo es vacío, es la nada caminando descalza y haciendo ruido, es la frustración insoportable de no poder nombrar lo que una vez hasta fue juzgado.

Lo mismo sucede cuando miras a una persona caminar, correr, escribir, cantar, llorar; no es más que la muerte evidenciándose, burlándose de lo que tiene vida. A cada momento se pone de manifiesto la única y verdadera condición humana: la fragilidad. Yo creo que los tristes son conscientes del mal de la muerte o han sido invadidos por la idea de la muerte en vida. Para los tristes todo es ruptura, todo es rompible, nada es duradero, aunque a momentos lo parezca. Mientras observas a una persona viajar en el vagón del metro, mientras miras sus ojos: eterno cristal de lo que cree haber vivido, las arrugas atraviesan el rostro y de alguna forma, siempre amorosa y siempre siniestra, van dejando señales, pistas, para entender que ese quien sufre, que aquél que duele, que se rompe, un día, a una hora en específico, sin importar que el sol salga o no, sin importar que el resto del mundo siga su curso, sin importar que las letras fluyan en las grandes mentes, que se sigan leyendo las grandes obras, sin importar el verde o el rojo, o lo que llamamos dormir, sin importar los espejos y las cucharas, las canciones y los recuerdos; sin importar nada de ello, lo que es muere y sólo queda la nada, lo que no  es, y posiblemente, lo que nunca fue. Fatalistas, tremendos fatalistas del mundo, a veces se les olvida mirar hacia abajo, no arriba, acá, abajo.

Pero los tristes no son iguales entre sí, viven la tristeza, la vida, la muerte de formas distintas. A veces corrompibles, a veces en largos infiernos floridos, a veces en la desgarradura, a veces disfrutan lastimando, a veces no disfrutan nada; algunos sueñan, algunos hasta crean.

Aún así y a pesar de la muerte, tiemblo con una mirada, aún tiemblo con la mirada de algunos tristes... ¿qué hacemos para vivirnos? 

lunes, 12 de octubre de 2015

Razón número 34567 por la que no he terminado la tesis:


Estoy leyendo ese libro que por un tiempo me negué a hojear siquiera: "Julio Cortázar, clases de literatura, Berkeley, 1980"; al final esta curiosidad-enamoramiento-fascinación que desde hace años me invade por ese señor de los ojos distanciados me hizo acudir, tras una crisis de tesis, a él.
Mi negación a su lectura proviene de lo que sus editores han hecho con su obra y sus letras, una comercialización y fetichismo absoluto, incontenible, que les va a dar para vivir de Cortázar muchos años, mientras sigan encontrando papeles hasta por debajo de las piedras. No me sorprendería, que como pasó con Pizarnik, se quiera hacer una invocación espiritista para que Cortázar siga diciendo y escribiendo y ellos sigan engordando sus bolsillos. Todo esto también ha provocado que hoy existan más fans de Julio, que lectores y lectoras de Julio. Y ya, me estoy poniendo insoportable.
—Sos insoportable, sobre todo cuando eres insoportable...
El punto es que quería saltarme el prólogo, precisamente por ser escrito por aquel señor que sigue buscando, hasta en la basura, palabras de Cortázar, pero otra vez mis fantasmas me hicieron comenzar a leerlo. Ahí habla de cómo precisamente esos textos, las clases de literatura, fueron pronunciadas por Cortázar y él decidió pasarlas al papel para venderl... Digo para compartirlos. Me detuve y recordé mi primer encuentro con este señor, Carles Álvarez Garriga; fue en el Congreso Internacional de relecturas críticas de la obra de Cortázar, a propósito de los 50 años de Rayuela, realizado en la biblioteca Nacional de Argentina. Esa conferencia en particular fue tumultuosa, entre otras cosas por seguir afirmando que no le perdonan a Julio haberse ido de Argentina (mientras le perdonan a Borges haber apoyado el régimen porque él sí se quedó en Argentina)y porque Carles comenzó un discurso en contra de la Revolución Cubana, por supuesto se había adentrado al tema de la politización de Cortázar. Y al final de su disertación se aventuró a hablar por el cronopio, a interpretarlo y volverse hasta su médium: "Seguro Cortázar hubiera señalado que la Revolución Cubana fue un error y se hubiera arrepentido de apoyarla"... Silencio, hasta que un compañero centroamericano dijo que cómo podríamos pensar la lucha latinoamericana sin Cuba y que cómo podría hablar así por uno de los escritores más politizados de los sesentas, quien hasta el final escribió su amor por Cuba y su solidaridad con la lucha configurada desde el tercer mundo. Todo culminó con un ¡Viva Cuba! Venido desde el fondo. Aplaudimos diez personas. Solo diez. Mientras el compañero ondeaba la bandera palestina y las señoras famas salían con sus largos vestidos sintiéndose ofendidas y mostrándole su apoyo a Carles Álvarez...
— Saltate el prólogo, che...

viernes, 9 de octubre de 2015

He visto a las mejores mentes de esa generación consumidas por la tristeza


 “Lo que anhelamos durante nuestra vida, lo que nos hace suspirar y gemir y sufrir todo tipo de dulces náuseas, es el recuerdo de una santidad perdida que probablemente disfrutamos en el seno materno y sólo puede reproducirse (aunque nos moleste admitirlo) al morir. Pero ¿quién quiere morir?”
En el camino, Jack Kerouac


He visto a las mejores mentes de esa generación consumidas por la tristeza, la depresión, el desencanto hacia el mundo, imposibilitadas para relacionarse o adaptándose a la normalidad banal, indiferente y opresora...

martes, 18 de agosto de 2015

Quiero volver a perseguir lo desconocido, lo exuberante

-Quiero volver a perseguir lo desconocido, lo exuberante y sorprenderme con las máquinas que imprimen poemas y con los cielos plagados de colores y nubes. Quiero volver a perderme entre calles de nombres distintos y poblar mi soledad, acompañarla, sentirla, mecerla y cantarle mientras la noche no es noche sino tierra posible. Quiero volver a estrujar mis ojos para que alcancen a mirarlo todo, pero mirarlo bien, mirarlo hasta con las rodillas, mirar los parques solitarios, el café con leche y sentirme extraña, ajena, distante; sin ser esa extraña, ajena, distante que duele, que golpea en las puertas de los sentires ambiguos para que le den un rinconcito de ternura o de infierno florido.
Y ahí, en ese punto de inconmensurable movimiento, quiero volver a encontrarte, no a ti, sino a ti en ese lugar de la extrañeza, no a ti, es decir, a ti, este extraño de cara conocida. Sino a ti, ese viajero que me mira partir, brincar, llover, reír y a quien miro partir, brincar, llover, reír y todo eso nos hace libres, nos hacía libres...
-¿Qué decís piba? Pero si sólo te pregunte la hora, boluda, ¿vos no pensás dormir nunca?

miércoles, 12 de agosto de 2015

3016





En el 3016 pudiste dejar de perseguir al mundo.
Hiciste la revolución.
Y no estás cansado, ni viejo, ni muerto;
Tu rostro sigue siendo fuerte y distante,
Estás habitando los 26 años, con tu juventud rebelde
Estás riendo tímido, como siempre.
Estás mirando, por fin, este mundo y no otro,
Como lo hacías antes, de a ratos; mientras todos hablaban o reían,
Tú te quedabas mirando a la nada, los ojos iban hacia adentro, hacia adelante
Quizá te preguntabas sobre el futuro, sobre cómo hacerle para existir en cinco espacios al mismo tiempo; cómo partirte en mil, compañero, para poder existir en todos los lugares donde querías existir.

En el 3016, la victoria es ahora y siempre.
La has alcanzado.
Ya no pones más los dedos sobre tus ojos,
Mientras tu cabeza deambula por los pasillos donde ves la miseria;
Tus ojos están más tranquilos y ya sabes qué día es, qué hora es, qué mes es,
Estás habitando los 26 con tu perfil perseguidor.

En el 3016, no estás ausente, ni distante,
Sigues teniendo la silueta fuerte, la voz enérgica,
La conciencia construida, el camino claro;
Sigues anotando algunas palabras sueltas en dónde puedes: servilletas, textos ajenos, libretas que no volverás a ver;
Sigues con hambre, como siempre, con hambre de más
Ahora imaginas lo qué viene, ya estás planeando lo que vas a levantar.
Aún están tus codos sobre la mesa, con fortaleza, como plantándote en el mundo;
Pero ya no existen esas calles que te ponían incómodo, enojado,
Ya no existen esas personas indiferentes, absurdas, que te hacían voltear la
Mirada.
Ya no lloras por tus hermanos, ya no temes por tus hermanas.
Porque hiciste la revolución,
Y aún no lo notas, pero ya no te duele la cabeza.
Tu sueño sigue siendo profundo, pero no es intranquilo.

En el 3016 puedes sentarte a tomar café y charlar:
De la lluvia, del olor de las guayabas y de las narices de los perros.
Puedes contar tus secretos.
Puedes decir Guerrero y sentir inconmensurable ternura y tranquilidad.
No eres más un fantasma que se aparece de a ratos e intenta confundirse
Con los normales, los felices, pero en el fondo lo sabes
Eres un perseguidor, ya estás viendo otro mundo posible,
Y quizá por fin piensas en los pájaros.

Tus manos reconocen la lucha, la tocaron, la sintieron, la construyeron,
Se hirieron
Y ahora tus manos descansan sobre tus piernas,
Ahora tus ojos descansan sobre el mundo que construiste para los otros,
para las otras
Para nosotros
Ahora es de noche y entiendes el porqué de la excitación ante los colores del cielo
Y te emociona,
Porque sabes que la nueva rebelión consiste, también, en mirar el cielo
Hasta perderse en los tonos bajitos,
Mientras la mañana llega y puedes respirar
Y por fin puedes sentarte y respirar, compañero
Porque estás tranquilo
Porque es 3016
Y tú revolución existe
Y es nuestra.



lunes, 3 de agosto de 2015

COMPAÑERO, TU ROSTRO DE PAJARITO MUERTO


A Rubén.
Centenares de miles de gentes son la ciudad.Y yo, en la ciudad, soy centenares de miles de muertos. Antonio Porchia 
Hay algo en las  fotos de tu rostro que me perturba,
No sé si es porque las he visto tanto,
No sé si es porque me pareces tan conocido, porque ahora todos te conocen
O porque tu nombre es como un fantasma.

Hay algo en tu nombre que me perturba,
Pero no te engaño, eso tiene que ver con mi historia o con una parte de ella
Esa historia-muerte que me trae hasta aquí, hasta las letras
Pero estoy desviando la atención;
Hay algo en tu nombre que me perturba, quizá porque desde hace unos años asoció ese nombre con el dolor.

Algo en la portada de un libro también me perturba, es un rostro sobre un fondo negro
Es un rostro que grita.
Algo en esta noche parece más letal,
Profundiza el silencio,
Algo la hace parecer absurda e inútil,
Y de pronto giras la cabeza y están los aplausos,
Ese ruido de palmas que te están dedicando.
Y esos aplausos son precisamente los que me hacen pensar en ti, en un tu nombre, en tu rostro y en la muerte.

Compañero, yo no entiendo a la muerte.
Compañero, yo no sé para qué tu muerte.
Compañero, me pregunto, y es la pregunta más sincera que me he hecho en mucho tiempo
Si a tus oídos llegaron los sonidos de los aplausos, de las lágrimas o de la lluvia.
Compañero, yo no entiendo a la muerte que te-nos lleva;
Quizá es porque no logro encajar el fin de tu existencia,
Yo sé que tus ideas, palabras, instantes, fotografía, se han vuelto pájaros y luchan,
Pero no entiendo cómo es que desaparece tu sonrisa, o la del Che quien sonríe frente a mí, pero no es él, o la de Cortázar quieto en su retrato, con el cigarro sobre los labios y los dos ojos tan distantes uno del otro
Y esa corbata que lo hace parecer tan serio,
Pero mira compañero, yo no sé si él sigue aquí o ya no está.
Cómo es que has dejado de existir, cómo es que no nos oyes más, no nos miras más,
Dime quién va a accionar tus cámaras, quién va a gritar tu voz

Llevo algunos años estudiando a la muerte y no he aprendido casi nada,
Sólo he aprendido a controlar la angustia o compulsión de buscarte,
Como he buscado a tantos muertos y muertas para intentar elaborar el problema-pájaro de la desexistencia
Debería buscar tus fotos por todos lados, los detalles de tu vida, tus ojos, debería ver repetidas veces, cinco, diez, cuarenta, tu rostro, por si en algún momento esa imagen, ese retrato de la muerte, me dice dónde estás, a dónde fuiste.
Y casi absurdo entonces que hayan tantos muertos en vida,
Tantos a quienes maté en mi recuerdo para poder sobrevivir.

Mañana me voy a levantar, compañero, yo voy a despertar.
Voy a tomar una taza de café y no es un recurso literario, es sólo que amo la sensación de angustia que me producen más de dos tazas de café,
Yo amo compañero, mañana me voy a despertar, voy a tomar dos tazas de café y voy a amar,
Todos los días estoy enamorada, todos los días.
Mañana voy a abrazar, sentir, enojarme, estornudar, partir un pan,
Ah la tremenda cotidianidad, los actos normales, precisos, precisados
Ajustados a la vida, a la mano, a la muñeca y a los dedos
Ah la normalidad, lo fácil, el ladrillito de cristal.
Y me voy a enamorar de unos ojos o de una sonrisa
O de dos, o de tres o de los abrazos y las caricias.
Compañero mañana voy a escuchar cantos de niñas, risas de niño
Compañero mañana voy a oler guayabas y voy a intentar tocar la nariz de un perro,
Compañero tengo los dedos manchados de tinta, y no es otra metáfora,
Son los dedos manchados de tinta y nadie lo sabe, pero me encantan las manos sucias de tintas, plumones y colores,
Yo mañana voy a ver colores, compañero, yo mañana voy a volver a decir tu nombre y a sacarlo
De la caja en que tenía oculto todos tu nombre
¿Y dime tú dónde estarás?
“Mis muertos siguen sufriendo el dolor de la vida en mí”, vino a decirme Antonio Porchia a mi oído derecho, porque el izquierdo está demasiado herido.

Y mira compañero, acabo de leer una noticia, dice que asesinaron a quemarropa a una mujer,
Compañero están matando mujeres,
Compañero ella ya no existe,
Compañero a quemarropa en la ciudad de la muerte
Y la metáfora se hace más profunda cuando me doy cuenta que vivo en la ciudad de la muerte y tú y no estás, ya no la habitas.

Pajarito-muerto
Cuéntame qué es la muerte
Cuéntame qué es tu muerte si sigo mirando tu rostro y me perturba
Y sigo escribiendo tu nombre aunque tu nombre me perturba,
Si te siguen nombrando
Si siguen aplaudiendo
Pajarito-muerto, esta noche muerte, en esta ciudad muerte, ven y cuéntame qué es morir,
Si estás más muerto tú o quienes te mataron, si ellos son los verdaderos muertos
Y vos no eres más que un pajarito-dormido soñando a que está muerto.

Pajarito-muerto, están hablando de ti en pasado,
¿Es eso la muerte?
Se acabó el día y escribo de madrugada,
¿Es eso la muerte?
He visto una de tus fotos, retrataste el lugar donde yo también estuve,
A la misma  hora, en el mismo espacio
Y yo puedo volver
¿Y tú? ¿Es eso la muerte?
Che, retrataste abrazos también
¿Es eso la muerte?

Ven pajarito-muerto, compañero muerto
Y explícame esta noche muerta,
Si es tu rostro o tu nombre
O soy yo
Explícame si eso, algo de eso es la muerte.


Foto de Rubén Espinosa.