sábado, 24 de octubre de 2015

Siempre me he sentido atraída por los hombres de miradas tristes...


Se parece más a querer morirse a fin de evitar la sensación insoportable de darse cuenta de que uno es pequeño, débil, egoísta y de que, sin ninguna duda posible, se va a morir. Es querer tirarse por la borda. David Foster Wallace, Algo supuestamente divertido que nunca volveré a  hacer. 

Por eso yo no vine a convencer los convencidos ni a predicar a los que se sienten vencidos, yo vine a compartir con quien haya entendido que la pelea empieza por el ¿nido?Ana Tijoux, Creo en ti, canción.



I
Siempre me he sentido atraída por los hombres de miradas tristes.
Hombres tristes.
Me atraen emocionalmente, estéticamente, amorosamente, amistosamente, sonoramente…
Es parte de la fascinación que ejerce en mí el placer del sufrimiento.
Y el goce del dolor.
A estas alturas debemos ser sinceras,
Dialogar con Bataille o con el histérico de  Freud
Y decir que hay algo en el dolor, en el que me sumerjo,
Que me produce un placer distinto, algo que no he sabido encontrar en la tranquilidad.
            Lugar tan común.

II.
Los hombres tristes.
Una sí elije la estructura de la cual enamorarse.
Parece poético sentirse atraída por esos
Ojos de tristeza inconmensurable,
Ojos de lejanía, de distancia.
Los que están fuera de este mundo o dentro, pero mirándolo desencantados, desde el fondo.
            Dolorosos, los dolientes.
            No.

III.
Una vez alguien  me dijo que tenía que dejar,
Abandonar, mi complejo de superheroína.
Entonces, por primera vez me detuve a mirar atrás.
¿A quiénes quiero salvar?
            A los hombres tristes.
Pero. ¿Salvarlos de qué?

IV.
¿Salvarlos de quién?
He pasado una buena parte de mi vida intentando convencer a los tristes
De que el mundo no funciona así,
La vida no funciona así,
Uno no puede simplemente despreciarlo todo,
He estado intentando encontrar una vida dentro de la muerte.
Y al final, lo admito
Son ellos quienes me han convencido, por lo menos por breves lapsos de tiempo
De que la vida sí es así, despreciarlo todo, resentirlo todo y decidir o saltas o te quedas.
Me han convencido que es más fácil sobrevivir siendo duros, fríos, disciplinados, incluso para salvar al mundo.
            Yo creo que en algún momento están absolutamente convencidos de que son ellos quienes me cuidan y protegen, de que estoy perdida.
Pero soy yo quien los sostiene, los impulsa. De ahí se desprenden sus arrebatos de tristeza y locura cuando me propongo irme.

V.
Siempre se despliega la misma batalla, con los mismos tópicos
Y en el mismo terreno: mi cuerpo, mi ser.
            Ninguna persona vale la pena
            Hay personas que valen la pena
            Luchar así no sirve de nada
            Hay quienes llevan tanto tiempo luchando. Todos los días cambiamos al mundo.
            Sentir así no sirve de nada. Es igual a ser poeta.
            La poesía me ha mostrado cosas que nadie más puede.
            La locura. Sos vos la que está al borde del precipicio, cobarde, no has tomado el paso, no has querido lanzarte, porque crees que aún puedes hacer algo por ti, por ellas, por ellos, por el mundo.
            No. Sos vos  en el precipicio, pibe, y yo soy quien evita tu caída.

VI.
Ellos disfrutan mucho más que yo la tristeza.
Se regocijan en el desencanto. En sentirse decepcionados.
Aman sentirse decepcionados, porque eso les permite asegurar su victoria,
Decir que tenían razón, el mundo es un lugar oscuro.
Bailan en la imposibilidad
En la crueldad
En el hermetismo.
En el despreciarlo todo, las estructuras, el sistema,
Y su  solución es volverse parte de él o volverse muertos, fríos.
Quizá es eso, es una batalla por la visiones de la vida,
No me aceptan como prueba de que algo puede ser distinto
Yo no los acepto como prueba de que algo puede ser distinto.

VII.
Me han marginado y despreciado. Han puesto trabas a…
            Mi poesía
            La felicidad
            El arte
            El amor
            La revolución
            La diferencia.
Busco penetrar la imposibilidad. Y siempre obtengo un no.
Construimos puentes demasiado débiles.

VIII.
Siempre el mismo efecto, sentirme incompleta, insuficiente, inútil,
Sospecho de mí, de mis deseos, mis actos, mis pensamientos
Mi construcción, mi lucha.
Me vuelvo sospechosa, sumisa.
Mi enemiga.

XIX.
El túnel.
Ese que describió Sábato.
Dos personas caminan por túneles contiguos,
A ratos parece que las barreras no existen,
Que comparten un camino.
A  veces hasta  parece que se tocan, cuando se detienen a mirarse, a platicar
A escuchar.
Pero no.
El túnel es el reino de la imposibilidad;
La barrera nunca cae.
Llegado el momento los túneles se bifurcan definitivamente, se van.
¿Por qué seguir intentándolo?
Por fascinación, por ego, por comodidad, por amor o por todo lo anterior.
Hemos sido condenados a tener una reducida gama emocional.
A elegir una sola forma de amar
Y a que esa forma de amar sea un gran fracaso.
La aceptación del mundo, nada va a cambiar.
Elegir la misma forma de amar, nos mantiene en los túneles, incomunicados
Separados, imposibles.
Alienados.
Abatidos.
Fragmentados.
Rotos.

XX.
Yo he huido de los felices, porque relacionarme con un hombre feliz implica
Cambiar mi estrategia emocional.
Porque ya aprendí cómo relacionarme con ellos, los tristes.
Cómo quererlos y odiarlos.
Aprendí a vivir con su violencia.
Aprendí a impulsarlos.
Aprendí de mi necesidad de ser necesitada.
Y a sufrir cuando dejo de ser indispensable.
A ser derrotada.
Amar a un feliz me implicaría un esfuerzo más complejo,
Una posibilidad de construir  de otra forma.
Qué cómodo nos resulta el sometimiento a las estructuras, a los lugares comunes.

XXI.
Ya los he escuchado.
Ya he aprendido.
Ya intenté.
Ya miré las estrellas.
Ya oprimí mi ternura, mis deseos.
Ya los consolé cuando lo necesitaban,
A la hora que lo necesitaban
Y como lo necesitaban.
Ya les dije lo que querían escuchar y sonrieron.
Ya les dije lo que no querían oír y gritaron.
Ya busqué dentro de su tristeza.
Encontré sus ojos,
Y me desgarré intentando revertir su dolor.
Ya los escuché despreciar mis palabras,
Mi poesía,
Mis pasos,
Mi camino,
Mis alegrías,
Mi placer,
Mi sentir.
Ya los lloré.
Ya.
Ya entendí su visión sobre la vida y la muerte, y cuando intenté explicarles la mía,
Se les cerraron los ojos. Los oídos.

XXII.
NO.
No es poético.
Mi atracción por los tristes no es poética.
Es violenta
Es una violencia que ejerzo contra mí.
Los he dejado invadir mi tristeza, someterla.
Volverla destructiva.
Yo, que tanto he dicho que la tristeza también combate,
Construye.

XXIII.
Los tristes escuchan de a ratos.
No duermen.
No paran.
No distinguen las diferencias.
No abrazan.
No miran.
No tocan.
No luchan.
Resisten, ellos resisten, analizan, critican, reconocen.
Pero no luchan.

He huido de los hombres felices,
Aquellos que me han recitados versos sin tristeza,
Aquellos que me han mostrado la felicidad combativa.
Aquellos que me han mirado.
Aquellos quienes no se  regocijan en la soledad o el abandono o en la mugre del mundo
Ellos están tristes; ellos luchan.
Ellos no me lastiman,
No me hieren,
No me detienen, no me inmovilizan ni me roban las palabras,
Ellos escriben versos de rebeldía en los vasos de café donde yo escribo versos de dolor.
Ellos no están perdidos,
No me piden salvarlos.

¿Y yo? 

viernes, 23 de octubre de 2015

Para Sandra, la cronopia infinita.


Creo que nunca en mi vida me habían regalado algo tan bonito.
Palabras y pájaros.
Este encuentro se produjo hace un tiempo, en el espacio de una herida, espacio solitario que hicimos dos.
Yo quiero decirte, querida Andrea, que el mero hecho de que tú existas en este mundo, es una razón suficiente para no tirarse por la ventana.
Tregua,catala, espera.
 A 23 de septiembre de 2015, el mundo terrible, gripa, algo de dolor y corazones palpitantes de tanto construirnos: amiga.


Calaverita



Estaba Sandra en su mesa
Dándole vuelo a la letra
Cuando llegó la calaca
A posarse en su cabeza
¿Otra vez la muerte?
Preguntó la calaca
A lo que Sandra respondió
Con desesperación:
Lo terminaré con  suerte
Cuando Alejandra despierte
La calaca brincó
Por tal afirmación
Le tronaron los huesitos
Y  en susurro cantó:
Alejandra no  ha muerto
Está en ese rincón
Era el rincón sureño
El que Sandra construyó
Soplando de una trompeta
Cortázar también le habló
Deja fluir tu pluma
Como las notas de mi canción
Sandra caminó
Y al rinconcito abrazó
Produzcamos vida dijo
Al borde de la razón 
La muerte, el amor
La lluvia y el sol.









sábado, 17 de octubre de 2015

OBSERVACIONES RELACIONADAS CON LA EXUBERANTE ACTIVIDAD DE LA "CONFABULACIÓN FONÉTICA" O "LENGUAJE DE LOS TRISTES"


A pesar del rojo y las cucharas


a. A través de su canto los pájaros comunican una comunicación en la que dicen que no dicen nada. 


Si miras a algunas persona sin que lo note, puedes oler, sentir, escuchar, palpar y observar la tristeza en su máxima expresión. Yo los llamo: los tristes. Piensan en la vida como el eterno dolor, suspendido a momentos por lo que mucha gente llama felicidad, pero que poca puede definir, algunos simplemente la describen como un estado de ánimo, de placer, que dibuja una sonrisa en el rostro de los tristes; en el mejor de los casos luciendo grandes dientes blancos y que desaparece con el pasar de los minutos, al toparse de frente con su yo en el espejo y ser lo que Kundera llamaría: Homo sentimentalis.

Entonces, la tristeza a través de la persona observada o la persona a través de la tristeza: ¿has visto comer a alguien, pensar en todo lo que puede suceder para impedir que el comensal disfrute su platillo? El peligro de que algo pueda interferir en un acto tan cotidiano, que parece seguro y asentado. Le ves, tan viva, en cada movimiento, del plato a la boca, su mano trabajando para atrapar el trozo de algo, sus ojos parpadear, su piel enchinarse tras el paso de una corriente de aire, el moviendo de su cabello; cada estructura de su cuerpo funcionando, viviendo. Y ahí está, detrás de esa persona, la única seguridad posible: la muerte. La certeza de que en minutos, días, semanas, meses o años, aquel que observaste desaparecerá, perecerá, la ruptura, presagio innegable del final y lo que fue ya no es más. No importan las memorias que deje, son recuerdos instalados en la mente de otro, ya no es él, sólo es vacío, es la nada caminando descalza y haciendo ruido, es la frustración insoportable de no poder nombrar lo que una vez hasta fue juzgado.

Lo mismo sucede cuando miras a una persona caminar, correr, escribir, cantar, llorar; no es más que la muerte evidenciándose, burlándose de lo que tiene vida. A cada momento se pone de manifiesto la única y verdadera condición humana: la fragilidad. Yo creo que los tristes son conscientes del mal de la muerte o han sido invadidos por la idea de la muerte en vida. Para los tristes todo es ruptura, todo es rompible, nada es duradero, aunque a momentos lo parezca. Mientras observas a una persona viajar en el vagón del metro, mientras miras sus ojos: eterno cristal de lo que cree haber vivido, las arrugas atraviesan el rostro y de alguna forma, siempre amorosa y siempre siniestra, van dejando señales, pistas, para entender que ese quien sufre, que aquél que duele, que se rompe, un día, a una hora en específico, sin importar que el sol salga o no, sin importar que el resto del mundo siga su curso, sin importar que las letras fluyan en las grandes mentes, que se sigan leyendo las grandes obras, sin importar el verde o el rojo, o lo que llamamos dormir, sin importar los espejos y las cucharas, las canciones y los recuerdos; sin importar nada de ello, lo que es muere y sólo queda la nada, lo que no  es, y posiblemente, lo que nunca fue. Fatalistas, tremendos fatalistas del mundo, a veces se les olvida mirar hacia abajo, no arriba, acá, abajo.

Pero los tristes no son iguales entre sí, viven la tristeza, la vida, la muerte de formas distintas. A veces corrompibles, a veces en largos infiernos floridos, a veces en la desgarradura, a veces disfrutan lastimando, a veces no disfrutan nada; algunos sueñan, algunos hasta crean.

Aún así y a pesar de la muerte, tiemblo con una mirada, aún tiemblo con la mirada de algunos tristes... ¿qué hacemos para vivirnos? 

lunes, 12 de octubre de 2015

Razón número 34567 por la que no he terminado la tesis:


Estoy leyendo ese libro que por un tiempo me negué a hojear siquiera: "Julio Cortázar, clases de literatura, Berkeley, 1980"; al final esta curiosidad-enamoramiento-fascinación que desde hace años me invade por ese señor de los ojos distanciados me hizo acudir, tras una crisis de tesis, a él.
Mi negación a su lectura proviene de lo que sus editores han hecho con su obra y sus letras, una comercialización y fetichismo absoluto, incontenible, que les va a dar para vivir de Cortázar muchos años, mientras sigan encontrando papeles hasta por debajo de las piedras. No me sorprendería, que como pasó con Pizarnik, se quiera hacer una invocación espiritista para que Cortázar siga diciendo y escribiendo y ellos sigan engordando sus bolsillos. Todo esto también ha provocado que hoy existan más fans de Julio, que lectores y lectoras de Julio. Y ya, me estoy poniendo insoportable.
—Sos insoportable, sobre todo cuando eres insoportable...
El punto es que quería saltarme el prólogo, precisamente por ser escrito por aquel señor que sigue buscando, hasta en la basura, palabras de Cortázar, pero otra vez mis fantasmas me hicieron comenzar a leerlo. Ahí habla de cómo precisamente esos textos, las clases de literatura, fueron pronunciadas por Cortázar y él decidió pasarlas al papel para venderl... Digo para compartirlos. Me detuve y recordé mi primer encuentro con este señor, Carles Álvarez Garriga; fue en el Congreso Internacional de relecturas críticas de la obra de Cortázar, a propósito de los 50 años de Rayuela, realizado en la biblioteca Nacional de Argentina. Esa conferencia en particular fue tumultuosa, entre otras cosas por seguir afirmando que no le perdonan a Julio haberse ido de Argentina (mientras le perdonan a Borges haber apoyado el régimen porque él sí se quedó en Argentina)y porque Carles comenzó un discurso en contra de la Revolución Cubana, por supuesto se había adentrado al tema de la politización de Cortázar. Y al final de su disertación se aventuró a hablar por el cronopio, a interpretarlo y volverse hasta su médium: "Seguro Cortázar hubiera señalado que la Revolución Cubana fue un error y se hubiera arrepentido de apoyarla"... Silencio, hasta que un compañero centroamericano dijo que cómo podríamos pensar la lucha latinoamericana sin Cuba y que cómo podría hablar así por uno de los escritores más politizados de los sesentas, quien hasta el final escribió su amor por Cuba y su solidaridad con la lucha configurada desde el tercer mundo. Todo culminó con un ¡Viva Cuba! Venido desde el fondo. Aplaudimos diez personas. Solo diez. Mientras el compañero ondeaba la bandera palestina y las señoras famas salían con sus largos vestidos sintiéndose ofendidas y mostrándole su apoyo a Carles Álvarez...
— Saltate el prólogo, che...

viernes, 9 de octubre de 2015

He visto a las mejores mentes de esa generación consumidas por la tristeza


 “Lo que anhelamos durante nuestra vida, lo que nos hace suspirar y gemir y sufrir todo tipo de dulces náuseas, es el recuerdo de una santidad perdida que probablemente disfrutamos en el seno materno y sólo puede reproducirse (aunque nos moleste admitirlo) al morir. Pero ¿quién quiere morir?”
En el camino, Jack Kerouac


He visto a las mejores mentes de esa generación consumidas por la tristeza, la depresión, el desencanto hacia el mundo, imposibilitadas para relacionarse o adaptándose a la normalidad banal, indiferente y opresora...