A Rubén.
Centenares de miles de gentes son la ciudad.Y yo, en la ciudad, soy centenares de miles de muertos. Antonio Porchia
Hay algo en las fotos de tu rostro que me perturba,
No sé si es porque las he visto
tanto,
No sé si es porque me pareces
tan conocido, porque ahora todos te conocen
O porque tu nombre es como un
fantasma.
Hay algo en tu nombre que me
perturba,
Pero no te engaño, eso tiene que
ver con mi historia o con una parte de ella
Esa historia-muerte que me trae
hasta aquí, hasta las letras
Pero estoy desviando la
atención;
Hay algo en tu nombre que me
perturba, quizá porque desde hace unos años asoció ese nombre con el dolor.
Algo en la portada de un libro
también me perturba, es un rostro sobre un fondo negro
Es un rostro que grita.
Algo en esta noche parece más
letal,
Profundiza el silencio,
Algo la hace parecer absurda e inútil,
Y de pronto giras la cabeza y
están los aplausos,
Ese ruido de palmas que te están
dedicando.
Y esos aplausos son precisamente
los que me hacen pensar en ti, en un tu nombre, en tu rostro y en la muerte.
Compañero, yo no entiendo a la
muerte.
Compañero, yo no sé para qué tu
muerte.
Compañero, me pregunto, y es la
pregunta más sincera que me he hecho en mucho tiempo
Si a tus oídos llegaron los
sonidos de los aplausos, de las lágrimas o de la lluvia.
Compañero, yo no entiendo a la
muerte que te-nos lleva;
Quizá es porque no logro encajar
el fin de tu existencia,
Yo sé que tus ideas, palabras,
instantes, fotografía, se han vuelto pájaros y luchan,
Pero no entiendo cómo es que
desaparece tu sonrisa, o la del Che quien sonríe frente a mí, pero no es él, o
la de Cortázar quieto en su retrato, con el cigarro sobre los labios y los dos
ojos tan distantes uno del otro
Y esa corbata que lo hace parecer
tan serio,
Pero mira compañero, yo no sé si
él sigue aquí o ya no está.
Cómo es que has dejado de
existir, cómo es que no nos oyes más, no nos miras más,
Dime quién va a accionar tus
cámaras, quién va a gritar tu voz
Llevo algunos años estudiando a
la muerte y no he aprendido casi nada,
Sólo he aprendido a controlar la
angustia o compulsión de buscarte,
Como he buscado a tantos muertos
y muertas para intentar elaborar el problema-pájaro de la desexistencia
Debería buscar tus fotos por
todos lados, los detalles de tu vida, tus ojos, debería ver repetidas veces,
cinco, diez, cuarenta, tu rostro, por si en algún momento esa imagen, ese
retrato de la muerte, me dice dónde estás, a dónde fuiste.
Y casi absurdo entonces que
hayan tantos muertos en vida,
Tantos a quienes maté en mi
recuerdo para poder sobrevivir.
Mañana me voy a levantar,
compañero, yo voy a despertar.
Voy a tomar una taza de café y
no es un recurso literario, es sólo que amo la sensación de angustia que me
producen más de dos tazas de café,
Yo amo compañero, mañana me voy
a despertar, voy a tomar dos tazas de café y voy a amar,
Todos los días estoy enamorada,
todos los días.
Mañana voy a abrazar, sentir,
enojarme, estornudar, partir un pan,
Ah la tremenda cotidianidad, los
actos normales, precisos, precisados
Ajustados a la vida, a la mano,
a la muñeca y a los dedos
Ah la normalidad, lo fácil, el
ladrillito de cristal.
Y me voy a enamorar de unos ojos
o de una sonrisa
O de dos, o de tres o de los
abrazos y las caricias.
Compañero mañana voy a escuchar
cantos de niñas, risas de niño
Compañero mañana voy a oler
guayabas y voy a intentar tocar la nariz de un perro,
Compañero tengo los dedos
manchados de tinta, y no es otra metáfora,
Son los dedos manchados de tinta
y nadie lo sabe, pero me encantan las manos sucias de tintas, plumones y
colores,
Yo mañana voy a ver colores,
compañero, yo mañana voy a volver a decir tu nombre y a sacarlo
De la caja en que tenía oculto
todos tu nombre
¿Y dime tú dónde estarás?
“Mis muertos siguen sufriendo el
dolor de la vida en mí”, vino a decirme Antonio Porchia a mi oído derecho,
porque el izquierdo está demasiado herido.
Y mira compañero, acabo de leer
una noticia, dice que asesinaron a quemarropa a una mujer,
Compañero están matando mujeres,
Compañero ella ya no existe,
Compañero a quemarropa en la
ciudad de la muerte
Y la metáfora se hace más
profunda cuando me doy cuenta que vivo en la ciudad de la muerte y tú y no
estás, ya no la habitas.
Pajarito-muerto
Cuéntame qué es la muerte
Cuéntame qué es tu muerte si
sigo mirando tu rostro y me perturba
Y sigo escribiendo tu nombre
aunque tu nombre me perturba,
Si te siguen nombrando
Si siguen aplaudiendo
Pajarito-muerto, esta noche
muerte, en esta ciudad muerte, ven y cuéntame qué es morir,
Si estás más muerto tú o quienes
te mataron, si ellos son los verdaderos muertos
Y vos no eres más que un
pajarito-dormido soñando a que está muerto.
Pajarito-muerto, están hablando
de ti en pasado,
¿Es eso la muerte?
Se acabó el día y escribo de
madrugada,
¿Es eso la muerte?
He visto una de tus fotos,
retrataste el lugar donde yo también estuve,
A la misma hora, en el mismo espacio
Y yo puedo volver
¿Y tú? ¿Es eso la muerte?
Che, retrataste abrazos también
¿Es eso la muerte?
Ven pajarito-muerto, compañero
muerto
Y explícame esta noche muerta,
Si es tu rostro o tu nombre
O soy yo
Explícame si eso, algo de eso es
la muerte.