lunes, 25 de julio de 2016

Aquí estamos, fuera del tiempo...


Pajarita estás aquí,
debajo de la mesa, cantando para no escuchar los gritos.
Rayando cuadernos para no prestar atención a los golpes.
Hinchada de tanto llanto;
ojos, cariñito, los ojos son los que se inundan.
Es 1988, yo estoy por nacer.
Pajarita estoy aquí,
me corté el dedo con el cuchillo y la sangre llegó hasta el plato que sostenía.
Fue un accidente,
el dolor conectó a miles de kilómetros de distancia con tu pasado,
con el dolor de tu pasado.
No sé qué hora es en Chile, aunque me lo has dicho un montón de veces.
Ya sé: es la hora oscura.
Pajarita tengo 15 años y ya he sido agredida, hostigada y humillada.
Pajarita tengo 25 años y estoy por ser sometida a la violencia de un hombre que besa mis labios.
Pajarita tu madre, pajarita tu madre está por ser traspasada con ese cuchillo.
Pajarita están por llamarte débil, alita rota, egoísta.
Ya sé qué hora es en México, la de los cadáveres.
Luego el dolor de la herida en el dedo
y el dolor inmenso que te golpea los huesos
al mirarte en el espejo y sentir que otra vez tienes 7 años,
sentir que volviste a caer en el espacio insostenible de la violencia;
nos recuerda que no, que es aquí y ahora
que ni vos ni yo somos las mismas,
metrallas y uñas rojas están de testigas:
Vos y yo, pajarita, hemos luchado, transformado, volado.
Entonces esta es la historia:
Tengo siete años y estoy meciéndome en el columpio
(amo la sensación que me produce el balanceo),
y vos apareces entre las astromelias.
Estás riendo bien fuerte,
te sentás en el columpio de a lado
y comenzamos a ser aire y nace el sentimiento:
ese que nos dio alas,
ese que nos hizo aves.
-¿De dónde viene esa risa, es un momento triste no? Allá en el 2016 la violencia está asediando tus treinta y pico años.
-Del corazón po huacha, de ahí llega la risa, porque por fin pude ver que no soy más la niña indefensa debajo de la mesa, que he peleado duro y he acompañado a las compas en sus procesos y he cosido mis heridas y he dejado fluir la sangre de mis heridas y he construido posibilidades, y he ensayado mundos nuevos y me subo a este escenario que parece el mismo con un plumaje distinto, llevo en la venas, Cicatriz, el dolor de las mujeres y su rabia…
-Ya está, entonces saltemos, soltémonos del columpio y caigamos sobre la hostilidad del pasto. Mira que este abrazo que cruza el hemisferio tiene que durarnos toda la batalla.
-Saltemos ahora: una, dos…

miércoles, 6 de julio de 2016

Poema a un chico malo




Oye, bad boy
¿Te acuerdas cuando éramos niños y nos aventábamos a explorar  nuevos lugares...lo hacíamos casi sin miedo, casi sin reservas?
Podíamos probar lo que nos gustaba
y escupir lo que reconocíamos como sabores amargos.
Expulsar a los monstruos,
Esconderse debajo de la cama solo para leer historias y contar cuentos.
Mirar a los ojos sin pensar en qué mirada será la próxima en humillarte.
Entregarse a los abrazos sin pensar en lo poco o mucho que durarán.

Éramos casi puros,
casi libres.

Lo sé, bad boy,
has encontrado tu libertad y catarsis en las experiencias místicas y la lectura de las estrellas;
en la poética cotidiana de creer en lo raro, lo distinto, en los planetas rojos y la muerte-crecer.
                Has subido montañas y
recorrido paisajes. Viajero.
Has perseguido la luz y te obsesionaste con las ventanas abiertas.
Es esa pulsión de vida, chico malo, la que te alienta.
Eres un perseguidor de cumbres y posibilidades infinitas.

Yo hice un largo viaje para llegar aquí, bad boy
Un viaje por los caminos de mi ser, de mi mujeridad, de mi cuerpa.
Por las torturas de la depresión,
las derrotas de las violencias "invisibles",
las atrocidades de  la indiferencia,
y tuve que defenderme de mí, de mis heridas,
y tuve que lamer mis heridas 
mientras mis brazos sangraban,
mientras la soledad invadía
y no veía ni las ventanas, ni las cumbres, ni la música, ni las estrellas.
Tuve  prohibidas las estrellas.
Hasta que el sur y su sonoridad, me devolvieron las alas.
Y volé tan lejos que cambié.

Era mi pulsión, la de muerte.
Bad boy tengo miedo, los amantes tienen miedo, las mujeres tienen miedo.
                Estamos asustadas de nuestra capacidad de amar.
                               Estamos asustadas de los buenos amores, las caricias tiernas, los besos suaves,
las sonrisas, los ojos cálidos y las manos juntas.
Tenemos miedo, bad boy, miedo de ti, miedo de ellos y de ellas
Las que aman
Las que quieren
Los que no te rompen
Los que no te atormentan.
                Tengo miedo de ti, como lo tuve la primera o segunda vez que me dijiste que eras un chico malo porque, quizá, estabas más asustado que yo.
                Tengo miedo de tu ternura.
De tus alas y tu impulso
De tu cotidianidad.
No es  una renuncia, todo lo contrario.
Es un anuncio. Un vínculo más profundo.
Confesarte mis miedos es un pacto.

No me suelto,
no te sueltes, vive:
como en las noches en que te abrazo fuerte y te digo que vos también puedes sentir miedo,
como aquella vez que el dolor del mundo te agarró desprevenido y lloraste sobre mi pecho.

No me sueltes, que yo no voy a soltarme.
Voy a seguir mi estrella azul, la que nos trajo aquí, la que forma parte  de mi cosmogonía personal.
Voy a escribirte poemas y a gritarme consignas  en los momentos necesarios.

En la hora más oscura
En la sierra solitaria
En la soledad enajenante
En las dudas profundas
En la desconfianza cotidiana, que surge de imprevisto entre los pasos
En las incertidumbres, en las hostilidades.
En mitad de los impulsos que nos obligan a lastimarnos, a clavarnos las uñas
A mirarnos extraños, a empujar nuestros cuerpos contra la barrera de los hábitos represivos,
En la seguridad de la muerte.
En los desencuentros instalados
En el lenguaje no escuchado,
Cuando la poesía es imposible,
Ante la evasión de las promesas y los sueños vapuleados.
En el olvido de las historias, frente a los espejos que sólo reflejan nuestros cuerpos dolientes
En la irracionalidad del invasor que se nos cuela por los huesos,
Por las mentes y las estructuras disciplinatorias.
En mitad de la noche que amenaza con desatar la violencia.
En mitad de las palabras que son injurias sin sustento.
Ante los diccionarios que hablan del cariño y las sonrisas en clave mercantil.
En la profundad de nuestras ganas de gritar y escupir deseos imposibles.
                Ante nuestros rostros, que por una horas se transfiguran en el Enemigo.
                Ante las entrañas revolviendo, deshaciendo sentimientos, produciendo canales por donde corre la tempestad de los errores.
Ante la imperfección de mi cuerpo y el tuyo.
Ante la imperfección de mis actos y los tuyos.
En los nudos de las ataduras que hieren nuestras manos.
Después de usar nuestras cadenas para atarnos, para oprimirnos.
Ante los días desolados, donde las estaciones del año se transfiguran en sentimientos hirientes, y detrás de la ventana todo el clima es igual a lluvia; té caliente y lluvia.
                Ante los prejuicios que pintamos en  las re lecturas del pasado.
Ante el desconocimiento de nuestras reacción y la vuelta a la estructura que nos impone roles.
                Ante el performance de  nuestros miedos y fantasmas, ante la oveja y el lobo transfigurados en nuestras camas.
Ante la amenaza de la despedida, el desencuentro de nuestras dichas.
Ante la tristeza que derrumba.
                Ante el descontrol de las lágrimas o el llanto que irrumpe silencioso e inesperado en un pasillo.
 yo te nombro (como te nombro Éluard): Libertad. Yo te grito, como lo hicieron los esclavos moribundos: Libertad.
                Yo te poetizo, como lo hicieron las presas en la hora más aguda del mancillamiento: Libertad.
Yo te repito, como lo hicieron las torturadas, las violadas: Libertad.
Y te sueño, te anhelo, te pienso, te deseo, te escribo, te grito, como lo hicieron los obreros de las fábricas: Libertad; como lo hicieron las niñas vendidas: libertad; como lo hicieron las presas políticas: libertad; como lo hicieron los guerrilleros capturados: libertad; como lo hicieron las luchadoras, las guerreras: libertad; como lo hicieron los amantes en la hora más profunda de la soledad:… libertad.
Yo te construyo, libertad.
La libertad, también de volver a reconocernos, salir de nuestros miedos, capturar nuevos momentos, ser conscientes de la historia y nuestros pasados, amarnos como queremos, odiar la estructura que nos envuelven en viejas heridas, en viejos y tremendos hábitos de la tragedia, el dramatismo y la desolación.
“hay que aprender a cansarse de la mierda, de la tragedia, de lo gris. Hay que empezar a buscar los colores y acostumbrarse a ellos, a deslumbrarse, hay que empezar a acostumbrarnos a ser felices”, me dijo una mariposa.
                Deshabitar los dramas y las tormentas  e instaurar el diálogo, el cuestionamiento crítico y reaporpiarnos del cariño, es más, redoblar el cariño.
                Necesitamos nuevas consignas,
Las que teníamos no nos alcanzan
No se confunda, nos alimentan, nos llenan
Pero no soportan, las pobres, tantos fantasmas.



Mira bad boy, existen diferentes consignas, la mía empieza con el tema de la alegría: procurarnos la alegría en los días de tristeza, no con el fin de ocultar las lágrimas y heridas sino con el fin de proponer, siempre y en todo espacio la rebeldía.
                La realidad, dicen los viejos poetas, es el espacio donde todo lo que piensas sale aún peor, estamos envueltos en una cultura que propone la tragedia desmedida, la desesperación, la violencia, la angustia y el drama como formas de resolución de conflictos, conflictos creados para lastimarnos, construidos desde la idea que se mete en nuestros cerebros que germina con el paso de los días y el olvido de nuestros acuerdos e historias.
Erradicar la instauración de la amenaza de la separación como forma de control social. La amenaza de los distanciamientos y  rupturas ante la primera imagen de la tempestad o ante la danza de los fantasmas produce desde ahora la fragmentación de una de las células más importantes para la lucha: lxs amantes. Por su potencial transgresor y rebelde. Destruir a los amantes ha sido uno de los proyectos mejor logrados del capitalismo.
                Todxs tenemos miedo de ser abandonadxs,
Todxs tenemos miedo de ser comparadxs
                Y entre tanto miedo vamos creando rostros enemigos, ahí, donde deberían haber puentes que cruzar, llaves que nos reguarden en los días de noche, panas de la vida. Construyamos puentes.
Redoblar los esfuerzos y el cariño por la comunidad.
                Y vos y yo también somos la comunidad. Tus manos tendidas hacia mi cuerpo son la comunidad, los arrullos inesperados, los llantos sorpresivos, son la comunidad.
Tú eres mi comunidad favortia.

La estrella azul,  bad boy,  la de mi cosmogonía personal.

Poema a un chico malo




Oye, bad boy
¿Te acuerdas cuando éramos niños y nos aventábamos a explorar  nuevos lugares...lo hacíamos casi sin miedo, casi sin reservas?
Podíamos probar lo que nos gustaba
y escupir lo que reconocíamos como sabores amargos.
Expulsar a los monstruos,
Esconderse debajo de la cama solo para leer historias y contar cuentos.
Mirar a los ojos sin pensar en qué mirada será la próxima en humillarte.
Entregarse a los abrazos sin pensar en lo poco o mucho que durarán.

Éramos casi puros,
casi libres.

Lo sé, bad boy,
has encontrado tu libertad y catarsis en las experiencias místicas y la lectura de las estrellas;
en la poética cotidiana de creer en lo raro, lo distinto, en los planetas rojos y la muerte-crecer.
                Has subido montañas y
recorrido paisajes. Viajero.
Has perseguido la luz y te obsesionaste con las ventanas abiertas.
Es esa pulsión de vida, chico malo, la que te alienta.
Eres un perseguidor de cumbres y posibilidades infinitas.

Yo hice un largo viaje para llegar aquí, bad boy
Un viaje por los caminos de mi ser, de mi mujeridad, de mi cuerpa.
Por las torturas de la depresión,
las derrotas de las violencias "invisibles",
las atrocidades de  la indiferencia,
y tuve que defenderme de mí, de mis heridas,
y tuve que lamer mis heridas 
mientras mis brazos sangraban,
mientras la soledad invadía
y no veía ni las ventanas, ni las cumbres, ni la música, ni las estrellas.
Tuve  prohibidas las estrellas.
Hasta que el sur y su sonoridad, me devolvieron las alas.
Y volé tan lejos que cambié.

Era mi pulsión, la de muerte.
Bad boy tengo miedo, los amantes tienen miedo, las mujeres tienen miedo.
                Estamos asustadas de nuestra capacidad de amar.
                               Estamos asustadas de los buenos amores, las caricias tiernas, los besos suaves,
las sonrisas, los ojos cálidos y las manos juntas.
Tenemos miedo, bad boy, miedo de ti, miedo de ellos y de ellas
Las que aman
Las que quieren
Los que no te rompen
Los que no te atormentan.
                Tengo miedo de ti, como lo tuve la primera o segunda vez que me dijiste que eras un chico malo porque, quizá, estabas más asustado que yo.
                Tengo miedo de tu ternura.
De tus alas y tu impulso
De tu cotidianidad.
No es  una renuncia, todo lo contrario.
Es un anuncio. Un vínculo más profundo.
Confesarte mis miedos es un pacto.

No me suelto,
no te sueltes, vive:
como en las noches en que te abrazo fuerte y te digo que vos también puedes sentir miedo,
como aquella vez que el dolor del mundo te agarró desprevenido y lloraste sobre mi pecho.

No me sueltes, que yo no voy a soltarme.
Voy a seguir mi estrella azul, la que nos trajo aquí, la que forma parte  de mi cosmogonía personal.
Voy a escribirte poemas y a gritarme consignas  en los momentos necesarios.

En la hora más oscura
En la sierra solitaria
En la soledad enajenante
En las dudas profundas
En la desconfianza cotidiana, que surge de imprevisto entre los pasos
En las incertidumbres, en las hostilidades.
En mitad de los impulsos que nos obligan a lastimarnos, a clavarnos las uñas
A mirarnos extraños, a empujar nuestros cuerpos contra la barrera de los hábitos represivos,
En la seguridad de la muerte.
En los desencuentros instalados
En el lenguaje no escuchado,
Cuando la poesía es imposible,
Ante la evasión de las promesas y los sueños vapuleados.
En el olvido de las historias, frente a los espejos que sólo reflejan nuestros cuerpos dolientes
En la irracionalidad del invasor que se nos cuela por los huesos,
Por las mentes y las estructuras disciplinatorias.
En mitad de la noche que amenaza con desatar la violencia.
En mitad de las palabras que son injurias sin sustento.
Ante los diccionarios que hablan del cariño y las sonrisas en clave mercantil.
En la profundad de nuestras ganas de gritar y escupir deseos imposibles.
                Ante nuestros rostros, que por una horas se transfiguran en el Enemigo.
                Ante las entrañas revolviendo, deshaciendo sentimientos, produciendo canales por donde corre la tempestad de los errores.
Ante la imperfección de mi cuerpo y el tuyo.
Ante la imperfección de mis actos y los tuyos.
En los nudos de las ataduras que hieren nuestras manos.
Después de usar nuestras cadenas para atarnos, para oprimirnos.
Ante los días desolados, donde las estaciones del año se transfiguran en sentimientos hirientes, y detrás de la ventana todo el clima es igual a lluvia, té caliente y lluvia.
                Ante los prejuicios que pintamos en  las re lecturas del pasado.
Ante el desconocimiento de nuestras reacción y al vuelta a la estructura que nos impone roles.
                Ante el performance de  nuestros miedos y fantasmas, ante la oveja y el lobo transfigurados en nuestras camas.
Ante la amenaza de la despedida, el desencuentro de nuestras dichas.
Ante la tristeza que derrumba.
                Ante el descontrol de las lágrimas o el llanto que irrumpe silencioso e inesperado en un pasillo.
 yo te nombro (como te nombro Éluard): Libertad. Yo te grito, como lo hicieron los esclavos moribundos: Libertad.
                Yo te poetizo, como lo hicieron las presas en la hora más aguda del mancillamiento: Libertad.
Yo te repito, como lo hicieron las torturadas, las violadas: Libertad.
Y te sueño, te anhelo, te pienso, te deseo, te escribo, te grito, como lo hicieron los obreros de las fábricas: Libertad, como lo hicieron las niñas vendidas: libertad, como lo hicieron las presas políticas: libertad, como lo hicieron los guerrilleros capturados: libertad, como lo hicieron las luchadoras, las guerreras: libertad, como lo hicieron los amantes en la hora más profunda de la soledad:… libertad.
Yo te construyo, libertad.
La libertad, también de volver a reconocernos, salir de nuestros miedos, capturar nuevos momentos, ser conscientes de la historia y nuestros pasados, amarnos como queremos, odiar la estructura que nos envuelven en viejas heridas, en viejos y tremendos hábitos de la tragedia, el dramatismo y la desolación.
“hay que aprender a cansarse de la mierda, de la tragedia, de lo gris. Hay que empezar a buscar los colores y acostumbrarse a ellos, a deslumbrarse, hay que empezar a acostumbrarnos a ser felices”, me dijo una mariposa.
                Deshabitar los dramas y las tormentas  e instaurar el diálogo, el cuestionamiento crítico y reaporpiarnos del cariño, es más, redoblar el cariño.
                Necesitamos nuevas consignas,
Las que teníamos no nos alcanzan
No se confunda, nos alimentan, nos llenan
Pero no soportan, las pobres, tantos fantasmas.



Mira bad boy, existen diferentes consignas, la mía empieza con el tema de la alegría: procurarnos la alegría en los días de tristeza, no con el fin de ocultar las lágrimas y heridas sino  con el fin de proponer, siempre y en todo espacio la rebeldía.
                La realidad, dicen los viejos poetas, es el espacio donde todo lo que piensas sale aún peor, estamos envueltos en una cultura que propone la tragedia desmedida, la desesperación, la violencia, la angustia y el drama como formas de resolución de conflictos, conflictos creados para lastimarnos, construidos desde la idea que se mete en nuestros cerebros que germina con el paso de los días y el olvido de nuestros acuerdos e historias.
Erradicar la instauración de la amenaza de la separación como forma de control social. La amenaza de los distanciamientos y  rupturas ante la primera imagen de la tempestad o ante la danza de los fantasmas produce desde ahora la fragmentación de una de las células más importantes para la lucha: lxs amantes. Por su potencial transgresor y rebelde. Destruir a los amantes ha sido uno de los proyectos mejor logrados del capitalismo.
                Todxs tenemos miedo de ser abandonadxs,
Todxs tenemos miedo de ser comparadxs
                Y entre tanto miedo vamos creando rostros enemigos, ahí, donde deberían haber puentes que cruzar, llaves que nos reguarden en los días de noche, panas de la vida. Construyamos puentes.
Redoblar los esfuerzos y el cariño por la comunidad.
                Y vos y yo también somos la comunidad. Tus manos tendidas hacia mi cuerpo son la comunidad, los arrullos inesperados, los llantos sorpresivos, son la comunidad.
Tú eres mi comunidad favortia.

La estrella azul,  bad boy,  la de mi cosmogonía personal.