miércoles, 25 de mayo de 2016


Poema osado
En ciertos espacios o burbujas,
los dominadores no necesitan más infiltrados,
no necesitan la tortura,
la desaparición forzada,
las estrategias disciplinatorias o las amenazas
para que nuestrxs jovenexs universitarixs  se alineen con el orden establecido.
Son ellas quienes clausuraron de  una vez y para siempre la madriguera del conejo,
son ellos, nuestros jóvenes universitarios,  los defensores del orden establecido, mientras piden disciplinar a las pocas ovejas negras que deciden rebelarse.
Son ellos quienes censuran el aborto,
son ellas quienes se avergüenzan de la palabra feminismo.
Son ellos quienes piden respetar la ley, los dogmas,  lo impuesto.
Son ellos quienes piden conservar el lenguaje así como está porque les parece absurdo, innecesario y hasta aburrido tener que escribir los y las.
No necesitan  una policía del pensamiento, son ellos los primeros en reprimirse, en reprimir a otros y en saltar cuando algo amenaza su perfecta paz, aunque esa paz esté erguida sobre miles de cadáveres.
Son ellas las que se callan cuando el macho-opresor se los pide.
Son ellos los que se sienten seguros diciendo que son libres, aunque su libertad consista en poder viajar cómodos en sus autos, emborracharse o acudir a un concierto y son los primeros en pedir castigo a los luchadores y luchadoras sociales que encabezan los movimientos de liberación.
Juzgan la diferencia.
Condenan la diferencia.
Excluyen la diferencia.
Aniquilan su propia subversión.
Se regocijan en la mediocre normalidad.
Y son tan peligrosos, porque son capaces de todo para defender su “estabilidad”,
esa que los oprime y explota,
que las oprime y explota.
Son ellos quienes aniquilan su propio derecho a soñar.
El capitalismo lo ha hecho bien.
No saben contar del 1 al 43.
De una a las 30 mil asesinadas.
No les interesa.
Piden respetar la RAE y al Estado,
apagar los incendios y borrar las consignas de las paredes
para conservar su dignísimo olvido, libre de recuerdos que los inciten a pensar más allá de sus espejos y habitaciones cerradas.
Son los solitarios, trabajan solos porque nadie está a la altura de sus exigencias,
piden ser escuchados y se aburren tremendamente cuando alguien más habla.
                No hay nada que los conmueva, disfrutan su estancia en la jaula,
                               Porque ya olvidaron que alguna vez tuvieron alas.


lunes, 9 de mayo de 2016

A los poetas no les gustan las escritoras feministas.











A los poetas no les gustan las escritoras feministas.
Tienen miedo de modificar sus metáforas, de reconstruir la poesía.

Poetizar la lucha,
versar sobre las guerreras,
dejar atrás la poesía que se concentra solo en las piernas o caderas.
Soltar a las musas y reconocer a las compañeras, las obreras de la poesía.