Poemas al perrito que me espera todos los días.
Poemas al viaje místico de Antonin Artuad.
Poemas a Julio Cortázar sentado frente a su ventana mientras
observa ronronear a Theodor W. Adorno y a ratos escribe la primera página del
cuento “Señorita Cora”.
Poemas a las astromelias azules que conseguí en algún puesto
de la Avenida Corrientes.
Poemas a la lluvia que nos cubría a las astromelias y a mí y
sin saber nos hacía florecer, sí, a las astromelias y a mí.
Poemas al diálogo onírico que sostuve con Alejandra
Pizarnik: ella me reclamaba no haber puesto la fotografía de sus muñecas en la
tesis. Alfonsina Storni estaba allí, de pie, riéndose a carcajadas de nosotras.
Poemas a Ramona sentada frente a la adivina, esperando saber si el futuro era realmente un invento de los hombres grises o si el futuro estaba prisionero en alguna jaula para pájaros como ella o si el futuro era la mano en el cuadro o si el futuro estaba trastocado o si el futuro, en una de esas, podía ser otra cosa, por ejemplo, una reunión de peces cantando.
Poemas al poema de Paco Urondo y las tempestades.
Poemas a la mano de Paco Urondo escribiendo un poema contra las tempestades.
Poemas a la mano de Paco Urondo y a su boca repitiendo: la poesía les duele, la poesía les duele a esos hijos de nada, de nadie.
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